José Mujica, el presidente de Uruguay, es un hombre a quien, al parecer, no le interesan mucho los bienes materiales.
Electo en el 2009, se ha negado a ocupar la residencia oficial y vive en una granja casi en ruinas donde cultiva flores junto a su esposa. Dona el 90% de su salario, equivalente a 12,000 dólares mensuales, a la caridad y sostiene que no son excentricidades de viejo, que son cosas que aprendió en sus 14 años de encarcelamiento donde se dio cuenta que la gente verdaderamente pobre es aquella que sólo trabaja para mantener un costoso estilo de vida y quiere siempre más y más. La riqueza, dice él, radica en tener tiempo para uno mismo aún cuando se vivan ciertas privaciones.
Seguro pronto tendremos unos así en México